LA CORAL DE SAN JOAQUIN (ZARAGOZA). Rubén Larrea.


Estoy acostumbrado a escribir por encargo: trabajos universitarios, algún artículo, colaboraciones... y en estos escritos he hablado de temas muy diferentes. Hoy, debo confesar, que escribo estas líneas con mi mayor sentido de la responsabilidad, porque Pepe, nuestro gran amigo y hermano Pepe Lasala me pide que escriba de sentimientos, de emociones... Es un encargo, sin duda pero, con toda seguridad, el más bonito de cuantos me han hecho. Me ha pedido que hable sobre una pequeña joya (como las más valiosas, "en bruto") que tiene mi Hermandad, la de San Joaquín y de la Virgen de los Dolores, la siempre querida y respetada Dolorosa: su jovencísima Coral, llamada como nuestro glorioso patriarca, San Joaquín, padre de Nuestra Señora.

Qué difícil, Pepe, ¡qué faena me has hecho!... ¿cómo escribo en unas líneas todos los sentimientos que este grupo de personas me provoca? No prometo nada, pero lo intentaré.

Hace varios años que este proyecto pasaba por las cabezas de unos cuantos miembros de la Hermandad, amantes de la música y con ganas de hacer algo nuevo. La música coral, sonaba en nuestras celebraciones religiosas desde hacía décadas. Por las misas de la Dolorosa han desfilado varias agrupaciones corales, entre ellas, algunas tan prestigiosas como la Polifónica Fleta o, en los últimos años, el Orfeón Aragonés (a quienes estamos enormemente agradecidos por tantísimas atenciones)


Foto: Pepe Lasala


Pero algunos buscábamos, desde esa música que tanto nos gustaba, otra manera de hacer Hermandad. Así surgió la idea, y tras algunas reuniones, comenzaron a trabajar catorce valientes. Debo confesar que falté a la primera reunión (causas de fuerza mayor, os lo prometo) y durante el transcurso de la misma, recibí una llamada telefónica: "Rubén, ¿tú eres capaz de dirigir una Coral?" Mi respuesta debió hacerse esperar, porque mi interlocutora insistió, "¿me oyes?" Supongo que alegué (mentí) algún fallo de cobertura (¿quién no ha dicho alguna vez "lo siento, iba en el ascensor"?) pero un escalofrío recorrió mi cuerpo. Era mucha, muchísima responsabilidad y no estaba seguro de estar a la altura (hoy afirmo que no lo estaba, no lo estoy, ni lo estaré...) pero había que intentarlo, valía la pena intentarlo.




Foto: Pepe Lasala


Y es que es algo muy grande... como para el que siente así cualquier otra dimensión de su Hermandad, ni más ni menos. Pero para nosotros, para mí, una de esa dimensión es nuestra Coral. Cantamos a nuestra Virgen, a nuestra Madre, y nos llamamos como su Padre, San Joaquín: la parte más gloriosa y antigua, no solo de nuestra Hermandad, sino parte primigenia de nuestra  Fe. Antes de la Virgen fue su Padre, a quien tan fervorosamente veneramos. Por eso decidimos tomar este nombre para nuestra joven Coral.

A pesar de confesar que no somos los mejores (ni lo pretendemos) insisto en que para mí es una auténtica joya, un privilegio, y ser el director de la Coral San Joaquín es un auténtico lujo que estoy muy lejos de merecer. Decía antes que es una joya "en bruto", con un doble sentido: aunque queda mucho por trabajar, nuestra Coral, ahora, al natural, es cuando más bella resulta... es la magia de todos los principios con todo lo que inspiran: miedo, inseguridad, un poquito de vergüenza; pero también ilusión, cariño y dos cosas que tanto oímos en nuestras procesiones: Esperanza, Fe. Estoy deseando que alguien tome el testigo, alguien que sepa hacerlo como la Coral y la Hermandad merecen, y cuando llegue el día, espero disfrutarlo como un integrante más, en la fila de los tenores, y poder disfrutar con la tranquilidad del trabajo, si no bien hecho, sí con todo el cariño. Algo impensable sin el gran esfuerzo de todos y cada uno de sus integrantes.


Foto: Pepe Lasala


El año pasado celebramos nuestro I Concierto de Mayo, en honor a Nuestra Señora la Virgen de los Dolores. Interpretamos todas las piezas bajo la atenta mirada de nuestra sagrada imagen, que se mostraba radiante justamente tras nosotros, como si fuera una más. Minutos después del concierto, alguien me dijo una frase que hizo que la sonrisa no se borrase de mi rostro en varios días. "¿Has visto a la Virgen? Mientras cantábais, parecía sonreir..." Qué bonito fue llorar contigo aquella tarde, Madre, pero esta vez de gozo, de alegría... de Hermandad.

Todo fue muy fácil, mucho más de lo que nunca imaginé. Como en cualquier otra cosa en este grandísimo mundo de la Semana Santa, basta proponer una cosa con ilusión, que todo son manos amigas. La Junta de Gobierno se volcó en darnos todo tipo de facilidades, es más, fue la que retomó y canalizó esas ilusiones que llegaban de personas que habían mostrado sus inquietudes por separado. Y así, poquito a poco, hemos llegado a ser cerca de cuarenta personas. Muy poquitos sabían música, la mayoría nada. Pero derrochábamos ilusión, ganas de aprender, instinto de superación... y cada obra que aprendemos, es un poquito más dificil que la anterior. Nos ayuda una cosa importantísima, que no se da en otro tipo de asociaciones: un enorme sentido de la Hermandad, de la Solidaridad, el sentirnos miembros de algo muy grande, por encima de cualquier individualismo. Ninguno es el mejor y ninguno es imprescindible; pero absolutamente todos somos necesarios. Sentir que con un apoyo al lado, cantas mejor, que rodeado de algunos hermanos haces lo que sólo serías incapaz de imaginar.