Domingo de Ramos, el día mas esperado por muchos de nosotros, comienza la Semana Santa. Día de madrugar, acompañar a los amigos y hermanos de la Cofradía de la Entrada de Jesus en Jerusalén en su Ofrenda a la Virgen del Pilar, en su Misa de Bendición de Ramos. Día de estreno y Palmas, de ilusión en niños y mayores, de recuerdo a cofrades que ya no están con nosotros, de “vermut cofrade”, día de sol y buen tiempo. Pero este año, día especial para mí. Día de nervios contenidos, de recuerdos vividos, de ilusiones compartidas y de nuevas vivencias cofrades.
Después de treinta y cuatro años cofrades, gracias a mi amigo y capataz Carlos, a la Hermandad de la Humildad de Zaragoza y a la cuadrilla de costaleros a la que pertenecí, iba a realizar la Estación de Penitencia de otra forma diferente. Me estrenaba como contraguía del Paso de Palio, de María Santísima del Dulce Nombre, Titular de la Hermandad. A las 5 de la tarde, me vestía para la ocasión: traje nuevo (Domingo de Ramos, el que no estrena no tiene manos), camisa blanca y corbata negra, prendas heredadas de alguien que me enseño mucho en la Semana Santa. Insignia de la Hermandad y todo preparado para ir al Convento de las RR. MM. Agustinas de Santa Mónica. Acompañado de esa fiel e inseparable compañera, Maite, mi mujer, nos dio tiempo de tomar un café y acudir, calle Doctor Palomar abajo, a la puerta del Convento.
Llegan los primeros nervios, ves cómo está la calle de gente esperando a una hora todavía de la salida; amigos que te preguntan, ¿por qué vas así?, otros que lo saben y te desean suerte y otros extrañados de verte de “capillita”, cosa que se entiende poco por aquí, por desgracia.
Los primeros abrazos, con gente de la cuadrilla que está esperando a entrar, con gente de la Cofradía ya preparada con sus hábitos en la puerta, con mis compañeros capataces y auxiliares del Paso de Misterio.
Y dando mi papeleta de sitio, entro al Convento, allí estaban Ellos, Jesús de la Humildad y María del Dulce Nombre, esperando para salir a las calles zaragozanas a hombros de sus costaleros.
Los últimos repasos con el capataz, relevos, posiciones, horarios, marchas, etc… Son las 6 de la tarde. Tras una Oración para pedir por todos y por una buena Estación de Penitencia, se abren las puertas y el cosquilleo aumenta en el cuerpo. Se llama a la cuadrilla, todos preparados y al palo, controlamos las ultimas trabajaderas, suena el martillo y …… “Al Cielo”.
Tras la salida y acostumbrarme a ir destapado en un desfile procesional, ya con los nervios fuera, dadas algunas órdenes y tras alguna lágrima de emoción contenida, el desarrollo de la Estación de Penitencia fue según lo previsto. Buen tiempo, las calles llenas de gente, Ella guapísima y mecida con dulzura, haciendo nuestro caminar más fácil.
Momento especial el vivido dentro de la Catedral , momento de Oración, de recogimiento, palabras de nuestro Arzobispo, animándonos en nuestra vida de Fe y como cristianos en el día a día.
Empezamos la vuelta al barrio, ya se nota el cansancio en la cuadrilla; las calles siguen llenas de gente viendo y disfrutando del desfile procesional. Y…, si ya estaba viviendo una nueva experiencia, si estaba siendo uno de los días cofrades mas felices de mi vida, llegó un momento que me hizo una gran ilusión. Me llamó Carlos el capataz, y llamando al palo a la cuadrilla, les dice; esta levantá es por Domingo, él fue costalero, ahora eres Trianero y nos vamos “Al Cielo” sonando Esperanza de Triana Coronada. Cuando me acerque al Palio, vi a la Virgen sonriendo, di las órdenes oportunas y al golpe de martillo Ella subió “Al Cielo”, las piernas no me tenían, me temblaba la voz y lágrimas de alegría y de emoción caían por mis mejillas. ES IMPOSIBLE DE EXPLICAR.
En esa chicotá, fui delante, mirándola, dándole gracias, pidiéndole fuerzas, se me hizo interminable; esa mirada dulce como su Nombre, hablaba sin hablar.
Tras esta sorpresa, discurrió el final de la Estación de Penitencia hasta el Convento con una alegría contenida en mi cuerpo que no podía hacer entender a quien se lo contaba, sin duda debes sentir y saber lo que es esto para que te llene como a mí me llenó, no sólo esa dedicatoria sino todo el desarrollo.
Y ya recogemos, la cuadrilla da todo lo que le queda para que el último paseo de la Reina de la Magdalena , sea espectacular, el que Ella se merece. En la puerta del Convento, nervios en las últimas órdenes, fuerzas que flaquean, lágrimas de despedida; Ella ya está en casa; suena el Himno y se cierran las puertas. Dentro ya, el Palio va a su sitio, se canta La Salve y nos despedimos de Ella. Fuera me está esperando la familia, cansada pero contenta y nos retiramos a descansar, queda mucha semana.
Acaba un Domingo de Ramos, muy especial para mí; en el que me estrené como contraguía, en el que tuvieron hacia mi persona un detalle, “la levantá”, que llenó de ilusión mi corazón cofrade y en el que descubrí, que dar la cara en una Procesión, en una Estación de Penitencia, es dar la cara a la vida y no esconderte de tus pensamientos, de tus creencias y poder decir sin tapujos que eres Cristiano y que no te escondes.
Y no puedo ni debo acabar sin dar las gracias a Carlos y Manuel, los capataces que tanto me han enseñado; a Blas, mi compañero contraguía, por aguantar mis torpezas como nuevo y a Ella por hacer posible esta vivencia cofrade.