SONRISAS Y LAGRIMAS DE UNA SEMANA SANTA. Pepe Lasala.

Si cada Semana Santa destaca por algo en especial, ni que decir tiene que ésta ha sido por la lluvia. Con la Cuaresma llegaron las “cabañuelas”, predicciones, previsiones, comparaciones con el tiempo que albergó al Carnaval…, y con ellas la nube que puso su “lacrimarum valle” sobre nuestros días grandes. Pero si con algo bueno hay que quedarse, es con la expresión de Fe de una Sevilla a la que no le importa “empaparse” con tal de brindar una simple mirada a la Virgen o al Cristo de sus amores, con tal de presenciar ese SILENCIO que por sí sólo susurra un TUS DOLORES SON MIS PENAS a nuestros Padres Celestiales. Y es que, cada vez que una Corporación tomaba la decisión de no hacer Estación de Penitencia a la S.M.I. Catedral, la ciudad entera “se echaba a la calle” para rezar a sus devociones en los Templos, mientras la amalgama de colores que florecía de aquellos paraguas, cual cortejo de representaciones en el Santo Entierro, transcurría impaciente por las calles de nuestra SERVA LA BARI en forma de largas filas, no de espera, sino de ESPERANZA por verlos a ELLOS.




No se pudieron cumplir los itinerarios previstos, dejando inservibles durante casi todas las jornadas unos programas de mano que, a buen seguro, quedarán guardados en algún “cajón cofrade” como recordatorio de esta singular Semana de Pasión.




Tanto la prensa local como nacional narraban una Semana Santa bañada, quién sabe si por los Angelotes que bajan cada noche desde el Cielo hasta el Hospital de La Caridad para regar aquellos rosales que el bueno de Miguel de Mañara dejó como legado a nuestra SEVILLA ETERNA, y así lloraban los diferentes diarios el pasado Domingo mientras el Señor resucitaba en Santa Marina.


El Correo de Andalucía


ABC


Diario de Sevilla


La Razón


El Mundo


En cualquier caso, y aunque no en todas sus advocaciones, Jesús y su Bendita Madre pasearon por las calles hispalenses para ser agasajados con las miradas, saetas, rezos, piropos, flores, SONRISAS Y LAGRIMAS, de todo un pueblo que lleva grabado a fuego en el corazón esa leyenda viva que cada Domingo de Ramos transcurre por La Campana: A DIOS POR EL AMOR.



                                                        ¡ AHÍ QUEÓ ¡