LA SOLEDAD DE SAN BUENAVENTURA. Pepe Lasala.


Hoy en nuestra Tertulia, vamos a ver pasar una Cofradía donde el blanco inmaculado de las túnicas de los nazarenos enlaza en armonía con el negro luto de sus capirotes, impregnándose en su conjunto de un brillo especial al paso de la Imagen que se venera, la Virgen de la Soledad. Sí, la Hermandad de la Soledad de San Buenaventura, la que cada Viernes Santo sale por las calles de Sevilla con María al pie de una Cruz ya vacía, que quedó perfectamente grabada como el mayor símbolo de la cristiandad. Tan sólo las escaleras y el sudario que sirvieron a Nicodemo y José de Arimatea para descender al Señor, siguen allí presentes.




Es Viernes Santo, el azahar ya no está fresco y la tarde sevillana nos dice que todo se ha consumado… Jesús ha muerto. Desde el convento de San Buenaventura, llega su Madre con el rostro empañado por las secuelas de la pasión; lágrimas de amor, tristeza y soledad, envuelven las mejillas de la más pura de las mujeres. Y ahí están sus cofrades, los ojos de su esperanza, los que la acompañan paso a paso hacia la Catedral aliviando el camino de sus siete angustias al compás de la marcha “Soledad Franciscana”.  Entre incienso, cera y flores, arropan a la Madre entre las madres formando un solo corazón que aguante ese “quejío” que al tercer día se hará ilusión.