-Sube el volumen de tu altavoz, lo
disfrutarás dos veces-
Antes
de comenzar, deciros que el próximo fin de semana no publicaremos la entrada
correspondiente, así que si Dios quiere, volveremos dentro de dos semanas.
Y hoy en
nuestra Tertulia, vamos a recorrer uno de esos rincones de nuestra España a la
que tanto queremos, y lo vamos a hacer de la mano de una de nuestras
tertulianas.
Maite Cebollada, quien con cariño ha realizado esta
entrada para todos nosotros.
Hay
lugares que te llegan mucho más adentro del alma que otros, a mi me pasa con Galicia,
mi herencia materna caló desde pequeña en mi y la sangre celta que corre por
mis venas, hace que si estoy mucho tiempo sin visitar esa tierra la melancolía
y la “morriña” me invada, recordando sus paisajes.
Hacía
ya muchos años que las circunstancias no habían permitido que fuera, y este
verano hemos vuelto a mi tierra. Y mi intención desde aquí es transmitiros lo que he sentido. O sea, que
os voy a dar un paseo por mi tierra gallega.
A
Galicia la envuelve una magia, que hace que en cada paisaje, en cada puesta de
sol, en cada gaviota surcando la playa, veas la grandeza de Dios, allí miras a
tu alrededor y piensas... para qué quiero imágenes o iglesias, si lo puedo
encontrar en cada esquina mientras paseo, si le puedo rezar cuando veo ese sol
retirándose por el horizonte, ese arco iris entre las aguas, esa inmensidad de
un mar que nunca se acaba.
Sus
gentes son amables, cariñosas, dispuestas a acoger a todo el que se acerca sin
esperar nada a cambio. Pero dentro de todos ellos también se siente la melancolía
que da la lluvia, el frío, el mar. El mar, ese ente inmenso que les atrae como
si los hipnotizara. Si paseáis por sus aldeas, podréis ver que hasta los
cementerios están cerca del mar, para que cuando sus cuerpos descansen los
envuelva su aroma.
Y sus pequeñas capillas, siempre están
orientadas hacia él, como si
pretendieran que cuando rezan con recogimiento dentro de ellas, esas oraciones
las lleve el mar hasta los oídos del Padre, mecidas por sus aguas. La Capela de
La Lanzada es un ejemplo claro de ello,
muy “pequerrecha” que dirían ellos, pero en un paraje impresionante. Entremos a
verla.
Pero no
todo es mar, y por eso fuimos a dar nuestro paseíto por Santiago de Compostela,
cientos de peregrinos paseaban por sus calles, con el cansancio en sus caras y en sus cuerpos, pero
con satisfacción en la mirada, la satisfacción de haber llegado. Yo nunca he
hecho el camino pero entrar por cualquiera de las puertas de la Catedral me
pone los pelos de punta, ver allí a Santiago esperándonos, a ese botafumeiro
moviéndose y purificándonos a todos, es algo que no se puede explicar….. hay
que sentirlo.
No
penséis que todo fue visita, por supuesto también nos paramos en muchos sitios
a disfrutar de sus vinos y demás viandas que como veréis por las fotos, estaban estupendas. ¡¡Veis,
otro regalo de Dios!!.
Siguiendo
nuestro recorrido por el interior nos fuimos hasta los cañones del rio Sil,
paseamos en catamarán disfrutando de sus hermosas vistas y volviendo a
descubrir allí la grandeza de la Creación. Es tal la inmensidad que te rodea cuando vas por el
cauce del río que os puedo asegurar te quedas sin palabras. En esta zona hay
también varios monasterios, y no me extraña porque todo lo que te rodea te
invita al recogimiento y a la reflexión. Esto te lo van recordando los
cruceiros que vas encontrando en cada cruce de caminos.
De
vuelta a casa visitamos los Monasterios de Santo Estevo, hoy reconvertido en
Parador Nacional, y el Monasterio de Armenteira, perdido entre montañas y donde
viven una hermanas del Cister que hacen unos jabones buenísimos y un dulce de
leche para quitar el sentido, mirad que bonitos.
Y después de pasar unos maravillosos días, volvimos a casa con la seguridad de que
nuestro querido Apóstol Santiago nos protegerá a todos los tertulianos, y con
la promesa de no dejar pasar mucho tiempo para volver a visitar estas
maravillosas tierras regalo de Dios. Un saludo a todos y espero que os haya
gustado nuestro recorrido.