(Si subes el volumen de tu altavoz lo disfrutarás dos veces)
Todo salió bien… Sí, todo salió bien y con un sol brillante las cofradías depositamos nuestras ilusiones sobre la alfombra roja de las calles de Sevilla. Ilusiones plasmadas en el corazón de nuestras Cruces de Guía, Estandartes, cirios, costales, Simpecaos… Ilusiones nazarenas en las que el amor tuvo su protagonismo y se expresó regalando un beso que no fue el de Judas, sino el de miles y miles de cofrades que, a través de nuestras Sagradas Imágenes, pusimos en escena el Evangelio a los pies de la Giralda para que el cielo, la luna y las estrellas vistieran sus túnicas durante siete días y siete noches.
Todo salió bien… Sí, todo salió bien y con un sol brillante las cofradías depositamos nuestras ilusiones sobre la alfombra roja de las calles de Sevilla. Ilusiones plasmadas en el corazón de nuestras Cruces de Guía, Estandartes, cirios, costales, Simpecaos… Ilusiones nazarenas en las que el amor tuvo su protagonismo y se expresó regalando un beso que no fue el de Judas, sino el de miles y miles de cofrades que, a través de nuestras Sagradas Imágenes, pusimos en escena el Evangelio a los pies de la Giralda para que el cielo, la luna y las estrellas vistieran sus túnicas durante siete días y siete noches.
Vivimos momentos muy hermosos, momentos que
transmitimos desde Sevilla a través de imágenes y mensajes al resto de
tertulianos que participaban en la Semana Santa de Zaragoza y que nos
devolvieron con cariñosa reciprocidad. Momentos que apuntaron directamente a
nuestro corazón cual saeta de "El Sacri" acariciando al Cachorro una
tarde de Viernes Santo; momentos donde una Virgen de tez morena devolvía a
Triana su Esperanza cuando un Hombre con la Cruz al hombro se levantaba tras
caer tres veces; momentos donde el Gran Poder de Dios nos tendió su mano sobre
el regazo de la Plaza de San Lorenzo para que la besásemos; momentos donde el
corazón se encogió al compás de la marcha "Amarguras" mientras el
palio de la Virgen de las Aguas se alejaba de la Plaza Nueva; momentos donde
todo un barrio se acercó hasta la calle Rioja para defender a su Señor Soberano
del poderoso Caifás; momentos en los que la Maestranza sacó su pañuelo blanco
para aclamar Piedad y Caridad; momentos en los que Pilatos a las puertas de San
Pedro presentó a Sevilla al que iba a ser su Salvador...
Fueron momentos preciosos que vivimos todos juntos, y
aunque el calor y el cansancio iban haciendo mella -fundamentalmente en los
pies de algunas de nuestras chicas- conforme iban pasando los días, siempre estuvo presente entre
nosotros la hermandad, la camaradería, el buen humor y por supuesto nuestra
mejor sonrisa.
Y llegaron las noches, los finales de cada jornada de
la semana en los que Sevilla va bajando el telón mientras la voz de un capataz
reza ese vámonos mi arma que ya estamos
en el barrio a la par que toca el martillo, mientras el olor a cera quemada
se confunde entre los posos de aroma a azahar procedentes del atardecer
hispalense, mientras los ojos de los nazarenos transmiten un brillo especial
mediante el que dan gracias a Dios por haber cuasi cumplido su Estación de
Penitencia, mientras el andar de los costaleros provoca una romántica sinfonía al
"rachear" sus alpargatas sobre los adoquines de las estrechas calles,
y mientras las nubes de incienso dibujan en el cielo la mirada de los que ya no
están pero cada año desde un privilegiado y divino palco contemplan la Pasión de
Cristo. La magia de la noche sevillana nos dice que todo se ha consumado.