LA HERMANDAD DE LAS AGUAS. Pepe Lasala.

-Si subes el volumen lo disfrutarás dos veces--  

Era Lunes Santo. La noche se presentaba apacible mientras el cielo de Sevilla nos brindaba una sonrisa que indicaba que en aquel momento no iba a llorar. Consultamos nuestro programa de mano en el que estaban indicados los recorridos y horarios de las procesiones, observando que estaba a punto de pasar por allí la Cofradía de “Las Aguas”, así que esperamos hasta que la Cruz de Guía se postró ante nuestras miradas. Nazarenos en blanco y morado caminaban sin cesar mientras los cirios portaban la luz de aquella calle. A lo lejos, el gentío se agolpaba delante del primer Paso, mientras acólitos revestidos de alba y dalmática sostenían los ciriales que anunciaban la llegada del Señor. Venía clavado en la Cruz. A sus pies, la Virgen del Mayor Dolor rociaba con lágrimas de amor el Monte Calvario en compañía de un joven Juan y de María Magdalena. Mientras, un Ángel sostenía el cáliz donde se recogía el agua que emanaba del costado derecho de Cristo.

Cuando nuestras pupilas todavía reflejaban la escenografía contemplada, el desfile procesional mantenía su curso. Filas de cofrades con el rostro cubierto, continuaban el camino llenos de Fe antecediendo al segundo Paso. Y allí apareció, era la Madre de Dios, la Virgen de Guadalupe, con rostro dulce y ojos morenos para entregarnos su corazón a la luz de la luna.