Entramos en el último tercio
del mes de Septiembre, es ya tiempo de vendimia, y con ésta vendrá un día
grande para los católicos, el día 29, pues conmemoraremos la festividad de San
Miguel, San Rafael y San Gabriel, nuestros Santos Arcángeles. Por lo tanto,
como un servidor está vinculado a San Miguel a través de la Parroquia que lleva su
nombre en Zaragoza, me gustaría comenzar a prepararnos para recibir dicha
festividad junto a vosotros realizando una visita a esta Iglesia a la que tanto
cariño profeso.
Por otro lado, y evidentemente
con mucha menos relevancia que lo anterior, en la Tertulia estamos de
aniversario, ya que el blog cumple su segundo año de vida, y como ha salido un
día espléndido, queremos celebrarlo dando todos juntos un paseo por los
alrededores de la Parroquia
para que conozcáis su entorno. Así que, si os parece, vamos a ir terminando de
tomarnos el café y el zumo del desayuno para ponernos en marcha.
Hay quienes consideran esta
zona como parte del centro de la ciudad, y razón no les falta, pero yo la tengo
en cuenta más bien como un barrio ubicado en pleno casco histórico, y por este
motivo, cuando hablo del sitio en el que vivo, siempre me refiero a él como “El
Barrio de San Miguel”, mi barrio. Y es que un barrio es un lugar donde sus
vecinos forman una gran familia, donde el aroma que se percibe es diferente al
del resto de la ciudad, donde el frescor de las amanecidas nos da los buenos días cada mañana, donde la
campana de la torre nos recuerda cada Domingo que la Misa está a punto de comenzar,
donde sus casas conservan esa magia que el paso de los años les ha regalado, donde
sus bares y comercios siguen gozando de esas entrañables tertulias en las que
te queda el buen sabor de boca de haber arreglado el mundo, y donde la buena
gente te saluda al pasar mientras te pregunta ¿cómo te va la vida?. Todo esto
que os cuento lo vais a poder comprobar mientras continuamos con nuestro paseo,
ya que nos iremos encontrando a algunos amigos a quienes, por supuesto, os voy
a presentar.
Con una bonitas vistas a la
torre de la Iglesia ,
nos encontramos con el Estanco Espartero,
famoso en el mundo entero por la sonrisa y el cariño con los que Maite nos
atiende cada vez que pasamos por allí.
Ahora, pasamos justo por el
establecimiento más antiguo del barrio, El
Chiringuito, una taberna a las que yo denomino “de las de toda la vida”. Aquí,
Manolo “El Figura”, nos presenta los dos record mundiales que posee en el Libro
Guiness. Uno de ellos, de billetes de autobús y de tranvía con numeración
capicúa. El otro, más curioso si cabe, de besos de mujer…; sí, sí, habéis oído
bien, de besos de mujer. Y es que, a todas las féminas que allí entran, Manolo
les pide dos besos en las mejillas, y les muestra un libro en el que ellas le
brindan una dedicatoria firmada y fechada. Cada cierto tiempo, nuestro amigo lleva
su libro ante un Notario, el cuál realiza el recuento de los nuevos besos,
levantando acta y enviándola al registro del Libro Guiness. Como su propio
apodo indica… es todo un figura.
Justo en la plaza, se
encuentra el Asador San Miguel. Un lugar
con más de cincuenta años en el barrio, donde al pasar por la puerta, el buen
aroma del asado hace que nos adentremos en él. Allí nos encontramos con Pachi,
quien nos atiende sonriente y nos orienta muy bien sobre las viandas a escoger.
Este local, se encuentra en los bajos de la casa en la que, durante unos años,
vivió el pintor Francisco de Goya. Añadir como curiosidad que los padres del
artista (él, maestro dorador), se casaron en la Iglesia de San Miguel, de
donde sus abuelos maternos eran parroquianos durante las largas temporadas que
pasaban en Zaragoza.
Seguimos caminando y nos
encontramos con el bar-restaurante El
Pequeño Cascanueces, un lugar con mucho encanto donde se disfruta de la
buena comida casera y de la gracia y el salero con los que Nacho siempre nos
recibe.
Hemos paseado ya por varias
calles del barrio, conociendo alguno de sus rincones e incluso a sus gentes,
así que ahora, vamos a dirigirnos al centro neurálgico, la Iglesia. Una
Parroquia llena de vida donde se desarrollan multitud de actividades, desde
grupos de liturgia, catequesis para todas las edades, o el coro, pasando por
jornadas de recogida de alimentos, visita a enfermos y personas de la tercera
edad, hasta el club de tiempo libre o excursiones. En cuanto al Templo, si os
parece, vamos a verlo primero desde fuera, ya que merece la pena lanzar la
mirada hacia arriba para contemplar su señorío. Fijaros bien en esa torre
mudéjar; desde ella, cada noche a las diez en punto se lanzan treinta y tres
campanadas, algo que se viene haciendo desde el siglo XVI, aunque con algún
paréntesis durante la Guerra
de la Independencia.
Es lo que se llama la “Campana de los Perdidos”, pues servía para
que quienes se encontraban en los campos extramuros, se guiasen por el sonido
para regresar a la ciudad, puesto que en ocasiones resultaba complicado por las
nieblas y la falta de iluminación. Escucharla en la actualidad cada noche con
los ojos cerrados, aporta el placer de transportarse a otro tiempo.
Ya estamos en la puerta,
aquí me traían muchas veces mis padres cuando era niño, en esta plaza jugaba
con las palomas, aquellas que eran las abuelas de las que hoy se pasean por el
alféizar de mi casa. Era una tradición en mi familia, por encima de todo,
acudir a esta puerta el Domingo de Ramos por la tarde. Aquí habita la Imagen de Jesús Nazareno,
un Cautivo del tipo de Medinaceli con gran devoción popular entre los
zaragozanos y que pertenece a la
Real Muy Ilustre y Antiquísima Cofradía de la Esclavitud de Jesús
Nazareno y Conversión de Santa María Magdalena, cuyo Misterio, el de la Conversión de María
Magdalena, también podremos contemplar cuando pasemos al interior del Templo. A
día de hoy, aquí participo en la
Eucaristía dominical, aquí está mi lugar de encuentro diario
con Él tras salir del trabajo, aquí le rezo, le cuento mis cosas, me siento
junto a Él, y aunque a veces pienso que me va a soltar un “déjame descansar un poquito, hombre”, siempre se queda
escuchándome… Son momentos muy especiales, que hoy quiero compartir con
vosotros. Pasad conmigo.
Son ya casi las diez de la
noche, está anocheciendo y estamos todos un poquito cansados, así que
deberíamos de irnos a descansar. Pero antes, quiero daros las gracias por
acompañarme en este paseo por mi barrio y por mi parroquia…, por el mundo que
me rodea. Espero que hayáis disfrutado como yo lo he hecho.
Escuchad…, están sonando las
treinta y tres campanadas desde lo alto de la torre.