EL AMBIENTE DE LA SEMANA SANTA: LOS NAZARENOS. Pepe Lasala.

Hoy en nuestra Tertulia, vamos a rendir un pequeño homenaje a los Nazarenos, a esos cofrades que, revestidos con túnica y el rostro cubierto, realizan su penitencia cada año cuando los primeros aromas de la Primavera amanecen para albergar la Semana Santa. Hombres, mujeres, jóvenes y niños, acompañan a Jesús y a María en un baño de luz e incienso bajo el denominador común de la devoción.




Pero antes de nada, nos acercaremos a nuestra biblioteca cofrade y abriremos el Gran Diccionario de la Semana Santa de Juan Carrero Rodríguez; así podremos consultar algunos términos que facilitarán la lectura de esta entrada.




ANTIFAZ: Parte de la túnica del Nazareno que cubre el rostro. De tela, cortado en forma de cono, quedando enhiesto sobre el capirote de la misma hechura y que termina en una especie de esclavina sobre los hombros.

CAPIROTE: Formato de cartón de hechura cónica terminado en punta sobre el que se coloca el antifaz. En algunas localidades se denomina “pirulí”, “gorro”, “capirucho”, “caperuza”, etc.


TUNICA: Así se llama la que visten los Nazarenos. El color de la misma y el escudo que va sobre ella indican la Hermandad a la que representa. En ciertas partes de España llamada “hábito”, “vesta”, “equipo”, etc.




Cada lugar de nuestra geografía mundial, celebra la Semana Santa de una forma bien distinta, y por ello, los ritos, costumbres y tradiciones, también varían de un lugar a otro. En Sevilla, en estos días, es muy frecuente ver cómo los Nazarenos van por la calle con el rostro cubierto. Este hecho se produce porque se dirigen a sus respectivos Templos para comenzar la Procesión con su Cofradía, o porque ya han terminado y regresan a sus casas. Así lo reflejan las Reglas de las Hermandades y Cofradías de la Ciudad… “deberán ir con el rostro cubierto y por el camino más corto”. Para muchos turistas o cofrades de otros lugares ajenos a la Semana Santa hispalense, resulta éste un hecho muy curioso, pues en la mayoría de las localidades, los nazarenos van y vuelven a rostro descubierto, siendo exclusivamente durante la Procesión cuando se lo tapan. 




…Y Sevilla se cubrió de color. Rojo, verde, azul, añil, marrón, blanco, negro…, y sobre todo morado, morado Pasión. Las largas filas de nazarenos que acompañaban a los Pasos, proveían de un encanto especial a aquellas procesiones. Los rostros anónimos de miles de hombres y mujeres que, con cirios encendidos acompañaban a Jesús y a María en el camino de la amargura, llenaban de Esperanza las calles sevillanas. Ellos, con su penitencia, eran el preludio de aquello que estaba todavía por llegar y que, por amor, sucedió en aquella Cruz: la muerte del Redentor. Ordenados de dos en dos, caminaban sin cesar buscando la Resurrección. Tras los bajos de sus túnicas, algunos pies descalzos acariciaban el asfalto para sentir en su propio cuerpo una mínima parte del dolor que sintió nuestro Salvador. Cada uno con su vida a cuestas, cada uno con su propia Cruz, formaban juntos un inmenso Rosario de cuentas que culminaba en una misma dirección: la Fe.