-Si subes el volumen de tus altavoces lo disfrutarás dos veces-
Hoy
en nuestro espacio cofrade, vamos a revivir lo que ha sido la Semana Santa de
Zaragoza en este año 2.016, y vamos a hacerlo de la mano de uno de sus cofrades
y miembros más jóvenes de esta Tertulia. Álex Pardo Gómez, cofrade de la Piedad
de Zaragoza y devoto incondicional del
Señor en su Soberano Poder ante Caifás de la Hermandad de San Gonzalo de
Sevilla, alguien que con pocos años despunta notablemente por su sentimiento
cristiano y cofrade así como por su excelente oratoria.
Vámonos
por tanto de su mano, porque con cariño, sentimiento, pasión y por supuesto
mucho arte, ha escrito esta entrada para todos nosotros.
Parece
que fue ayer, cuando despertaba un Viernes de Dolores y lleno de ilusión daba
alterado un brinco de la cama, el Viernes de Dolores es el día junto a el Sábado
de vísperas de los próximos días a vivir. Mi ilusión era compartida con cientos
de almas, con cientos de cofrades en Zaragoza y ni si quiera la lluvia de
aquella tarde noche hizo que ésta se desvaneciese al no poder realizar
diferentes Vía Crucis, o incluso una estación de penitencia en esta maravillosa
ciudad.
El
sábado se antojaba complicado de cara al pregón oficial de la Semana Santa, el
cual finalmente no podría salir a la calle dadas las inclemencias
meteorológicas. Nubes y más nubes, ese olor a lluvia impregnaba la ciudad, San
Cayetano a rebosar de idas y venidas, de carrozas, de pasos, de luces, de
velas, de algún remolón que otro… todo estaba ultimándose para dar comienzo a
la semana más bonita del año.
Y
llegó, llegó el Domingo de Ramos, un gran estruendo, cientos de tambores
anuncian la Entrada de Jesús en Jerusalén y el preludio de su pasión, pasan las
horas y llegadas son las 18:00 cuándo la Magdalena se cubre con sus mejores
galas para recibir a su cautivo, túnica blanca y romano de capa grana,
sentenciado bajo la humilde mirada de su madre la del Dulce Nombre.
Dos
hermosas saetas se quiebran el Lunes Santo en la plaza San Miguel, el interior
de la Iglesia a oscuras y el exterior iluminado por la mirada de un barrio, de sus
penitentes, y de una mirada de ojos claros emocionados… su señor el Nazareno
estaba ante ellos.
Se
fue el Martes Santo con el traslado de un Cristo hacia el cobijo de su madre,
una madre que con su aliento suspira a Dios con cinco lágrimas en su rostro, se
fue el Martes y dejo paso al Miércoles Santo, Zaragoza su telón de fondo y el
señor tras tres caídas mostrándose débil ante su madre llena de dolor, los
protagonistas de aquella fría noche e idílica.
Soleado
Jueves Santo, Jesucristo es en la Real Maestranza de Caballería exaltado en su
cruz, la Coronación de Espinas entra por el dintel de la Catedral de La Seo y la
solemne procesión del Silencio mantiene en vilo a todo San Pablo… anochece y
vuelve a suceder, tras ser descendido de aquella cruz, la virgen lo acoge en su
regazo, y en la media noche con su manto de claveles rosas y bajo un manto de
estrellas luce para su ciudad y sus fieles, para sus desamparados y
necesitados, Nuestra Señora de la Piedad una vez más estaba en la calle.
El
cielo así como dice el Evangelio se encapota y el Viernes Santo descarga un
aguacero, lo que hace que deslucido y a la vez con su encanto el paso de la
séptima palabra se resguarde cerrando el cortejo procesional de la hermandad en
la Basílica del Pilar. Pasadas las horas el Señor de Zaragoza, es recibido por
su gente y arropado debidamente por sus cofrades, procesión centenaria de
fervor, respeto y buen hacer.
Y
al tercer día resucitó, parece que fue ayer cuando despertaba un Viernes de
Dolores…