-Si subes el volumen de tus altavoces lo disfrutarás
dos veces-
Cada Jueves Santo, al
atardecer, la Parroquia
de la Magdalena
abre sus puertas para que la
Hermandad de la Quinta Angustia le cuente a Sevilla cómo dos
hombres de gran corazón, bajaron a Cristo de la Cruz.
Jn 19, 38-40. Después de esto, José de Arimatea le pidió a Pilato el
cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los
judíos. Con el permiso de Pilato, fue y retiró el cuerpo. También Nicodemo, el
que antes había visitado a Jesús de noche, llegó con una mezcla de mirra y áloe
de unas cien libras. Ambos tomaron el cuerpo de Jesús y, conforme a la
costumbre judía de dar sepultura, lo envolvieron en vendas con las especias
aromáticas.
Con la plaza abarrotada y el
gentío expectante, José de Arimatea y Nicodemo prestan la escalera y se suben
al madero para… como dice la
Saeta … quitarle los clavos a Jesús el Nazareno. Un largo
lienzo blanco entrelazando sus brazos, sirve a los Santos Varones para
acariciar las llagas de aquel Maestro que, en ese Calvario, nos entrega su
amor. Mientras lo descienden, al pie de la Cruz , la mirada de una Madre se alza en la espera
de acoger entre sus brazos el cuerpo del ser más querido para Ella, el que en
tan sólo tres días nos revelará la llama viva de la Fe. Sosteniendo un sudario le
acompaña Juan, quien junto con las tres Marías, arroparán al Señor en perfumes
de mirra y áloe.