DIAS DE GLORIA PARA UNA REINA. Pepe Lasala.

Hace tan sólo una semana, Zaragoza se vestía de gala para rendir honores a su Virgen del Pilar. Han sido días de gloria, de ilusión, emoción, de fiesta y respeto por Nuestra Madre, que hemos tenido la gracia de vivir junto a Ella en su casa, nuestra casa: El Pilar.




Ahí estabas en tu Templo
esperándonos a todos,
con el calor de tu Manto
y la sonrisa en tu rostro,
presidiendo tu Capilla
y alzada sobre tu Trono,
el gran Pilar de este pueblo
del que eres Reina y Tesoro.



Y por fin llegó el gran día, el Doce de Octubre, en el que Zaragoza abrió su corazón para derramar su fervor, devoción, Oración en Jota y Ofrenda en flor.



El tiempo acompañó a la Fiesta, y ambos fueron caminando juntos cogidos del brazo durante estos nueve días de celebración. Mientras tanto, la Virgen nos despertaba con el sol de su Corona, para arroparnos luego por la noche con las estrellas de su Manto.



… y Zaragoza se hizo Rosario; un “Rosario” que el Ebro confeccionó con el “cristal” de sus aguas, y lo dejó reposar junto a su orilla para que los maños rezásemos ante la Madre de Dios.




Han sido unos días maravillosos en torno a la Virgen del Pilar, los cuáles hemos querido compartir con todos vosotros a través de esta publicación, pero antes de despedirnos, prestad atención, porque Ella quiere decirnos algo:



Y yo aquí me quedo
para contemplaros,
a vosotros hijos,
baturros y maños,
y a los que me quieren,
que me han visitado,
y han venido al Ebro
a tocar mi Manto.

Me han dado besicos,
¡cuánto me han cuidado!
han traído unas flores
que me han regalado,
y han cantao Joticas
con arte y encanto,
con esa nobleza
que Dios les ha dado.

Gracias pues a todos
por quererme tanto,
¡esto como Madre
me ha Resucitado!
pues también me gusta
que me deis la mano,
y no estar solica
el día mi Santo.

Venga no hagáis tarde,
¡hala ya marcharos!
que me hacéis llorar
al ver alejaros;
ir con cuidadico
p’al Puente Santiago,
que me preocupo
si alguno ha tardado.

Rezarme un poquico
cuando hayáis llegado,
y así yo sabré
que estáis todos salvos;
darme ya un besico
y coged mi mano,
que yo os cuidaré
siempre todo el año.