Era de madrugada, las nubes del Jueves Santo habían emigrado para reposar sobre alguna otra Semana Santa acechándola con sus lágrimas. El cielo estaba completamente abierto; me asomé al balcón y me dí cuenta de que algo había cambiado, una sensación diferente que, sin embargo, me resultaba muy familiar. Un aroma especial perfumaba y acariciaba con gracia a Sevilla. Olía…, olía a barrio, a buena casta, a corral de vecinos, a marinería del Guadalquivir, a rocío de la mañana,… olía a Ti. Fue entonces cuando supe que estabas allí. Rápidamente y sin pensarlo dos veces, cogí mi chaqueta, cerré la puerta y bajé corriendo las escaleras. En cuanto salí por el portal, noté cómo largas filas de nazarenos paseaban frente a mí, mientras en la esquina de al lado, un corrillo de costaleros planificaba su relevo. Ángeles de blanco, provistos de cornetas y tambores, tocaban música celestial al compás de aquella Madrugá. A lo lejos, tu Niño, quien con treinta y tres primaveras será siempre tu pequeño, caminaba por la “calle de la amargura” con su Cruz a cuestas… “Hijas de Jesusalén, no lloréis por mí”… Allí mismo, tan sólo a unos metros, cayó tres veces, cuando alguien se acercó y le ayudó con aquel pesado tronco. Miré a lo lejos y ví tus ojos empañados en ese valle de lágrimas, las que quise secar, las que quise abrazar pero no pude. El gentío se agolpaba a tu alrededor y, por más que lo intentaba, por más que te tendía mi mano, resultaba imposible llegar hasta Ti. Te llamaba, te llamaba sin cesar, pronunciaba tu nombre repetidamente, una y otra vez, muy bajito, como un susurro… ESPERANZA DE TRIANA… cuando de repente, tu mirada me despertó de aquel bonito sueño.
Hoy me queda ese recuerdo, ese sabor a Madre que me dejaste al pasar y que trae a mi memoria el final de una canción… “Sé que nunca olvidaré, que bajo la luz de la luna yo te amé”.
Triana se arrodilla al verte,
Sevilla entera te reza
a ti Virgen Marinera
¿quién pudiera más quererte?
si al navegar por el puente,
Esperanza Madre Nuestra,
tu mirada de pureza
colma de amor a tu gente.
Gente de arrabal castizo,
con corazón costalero,
que llevan a tu Moreno
con arte y con señorío,
pues tres veces ha caído
mas ahí van tus trianeros
dispuestos a recogerlo
para cruzar el Postigo.