Es Jueves Santo en Sevilla. La ciudad amanece adornada por su expresión popular. Un revuelo de mantillas se apodera dulcemente de sus calles y plazuelas; abanico de peinetas que se despliega en San Gil, La Anunciación , El Santo Ángel, La Magdalena , El Salvador, Triana, La Macarena … Templos visitados por multitud de hombres y mujeres. Ellas, lo hacen de una forma especial. Se han levantado temprano, los nervios de este día han sido el enemigo del descanso nocturno, pero la devoción y la ilusión puede con todo. Al compás de la amanecida, se retocan suavemente mientras en su pelo conforman un hermoso recogido. Vestido negro, zapatos y medias del mismo color, cumplirán el protocolo requerido para la ocasión. Frente al espejo, lanzan su mirada una y otra vez, con timidez y modestia, pero sin dejar de lado su coquetería. Llega el momento crucial, todo un rito para ellas; con cariño, dulzura, y el más preciso cuidado, otras manos femeninas, las manos de alguien de su círculo más íntimo, colocarán la mantilla y la peineta cual imposición de su corona a una Reina. Un broche final, herencia de algún querido antepasado, dará brillo y esplendor a ese negro luto que, con Rosario y bolso de mano, iniciará un largo itinerario matutino de Capilla en Capilla, con tentempié de por medio, que culminará por la tarde en los Santos Oficios.