Existe una famosa canción
donde se reza que “Sevilla tiene un color especial”, a la cuál me gustaría añadir
alguna estrofa que reflejase que además, también tiene un puente especial. Y no
me refiero al Puente de Triana, ni al del Alamillo, ni al de San Telmo, ni al
Puente de la Barqueta ,
sino a ese “puente” festivo en torno a los días 6 y 8 de Diciembre, en el que
los españoles celebramos además de nuestra Constitución, la festividad de la Inmaculada Concepción.
Y por su puesto, si hay un
lugar donde la Virgen María
nos ofrece de una forma muy particular el brillo de su blanco inmaculado, ese
lugar es Sevilla, algo que hemos podido comprobar en dos ocasiones un grupo de
tertulianos, y aunque no fue posible que todos estuviésemos allí, ni tampoco el
hecho de que quienes pudimos ir coincidiésemos el mismo año, espero con mucha ilusión que algún día el
sueño de quien aquí suscribe se haga realidad para compartir todos juntos estos
“Momentos de Puentes Inmaculados”. Así que… ¿nos vamos para Sevilla?
Para comenzar, quiero
destacar esos “Momentos de Paseo” (a veces con paradita incluida para
descansar), donde la ciudad se abrió de Norte a Sur y de Este a Oeste para que
pudiésemos disfrutar de sus calles y plazas. La misma Sevilla se prestó para
fotografiarnos en algunos de sus rincones más emblemáticos, y mientras la Giralda y la Torre del Oro se ponían
guapas y coquetas para la ocasión, los coches de caballos se desplazaban con
precaución y cautela para evitar que la foto saliese movida. Unas veces con sol
y otras con lluvia…, pero no importó, porque lo mejor fue la compañía.
Ya sé que hemos acabado un poquito
agotados de las pasadas fiestas navideñas, y por ello en este apartado no me
extenderé, pero este momento tengo que nombrarlo, pues es uno de los más
bonitos que vivimos en Sevilla durante los días anteriormente mencionados. Me
refiero al “Momento de la
Pre-Navidad ”, donde las calles ya adornadas nos invitaron a
visitar los primeros Belenes, mientras el olor a castañas asadas daba la nota
musical a esos coros de campanilleros que alegraban las plazas con sus
villancicos. Era como un duende que nos cogía de la mano para pasearnos por
nuestra propia niñez y sentarnos junto a aquel árbol en el que aún seguimos
dejando nuestras zapatillas junto con un poquito de turrón y algo de leche
caliente la noche del 5 de Enero.
Ni que decir tiene, que unos
de los momentos cumbre fueron los que he denominado “Momentos de Fe y
Devoción”, en los que la Pura
y Limpia Concepción salió a la calle dando testimonio público de su Dogma
Inmaculista. Fueron momentos repletos de recogimiento y esperanza donde en
forma de mirada se dijo todo; momentos en los que además de poder rendirnos y
rezar ante nuestras Sagradas Imágenes y ante las de otras hermandades, María
bajó de sus Altares tendiéndonos su mano para que la pudiéramos besar.
También tuvo su protagonismo,
cómo no, el “Momento del Costal”. Sí, fue un momento muy bonito el hecho de ver
cómo un costalero veterano enseñaba a prepararse a un chaval que, a lo mejor un
buen día y si se cumple ese trato entre caballeros que él y yo pactamos sobre
el Puente de Triana, puede llegar a cargar con la Cruz de Cristo y llevarlo
sobre sus espaldas; un momento precioso en el que el niño se va haciendo hombre
ante los ojos de sus padres y bajo la mirada de Dios.
Y por supuesto, unos
momentos muy grandes que vivimos fueron los “Momentos de Amistad”, esos en los
que todos juntos nos reímos, nos emocionamos, nos divertimos y además,
confraternizamos con otros cofrades tanto de nuestras propias hermandades como
de otras diferentes. Aquí brilló con luz propia la camaradería, la complicidad,
el buen hacer y lo que es muy importante, el cariño que tenemos entre nosotros.
Por eso desde aquí, quiero dar las gracias por los ratitos tan buenos que
pasamos en estos “Puentes Inmaculados” a Conchita, a Maite, a Domingo, a David,
a Nieves, y a Miguel Angel, así como a Eva y Fernando, a Maruja y Pepe, y a
Paqui y Manuel, por recibirnos con los brazos abiertos y con la mejor sonrisa.
Al resto de tertulianos, deciros que os animéis, y al año que viene si Dios
quiere seamos más para disfrutar de estos días; os aseguro que no os
arrepentiréis. Por cierto, veo que alguno ya está consultando su agenda.
Ya sólo queda el “Momento
Final”, el que en un paseo nocturno nos dijo que había que regresar mientras
nos brindó un… hasta pronto si Dios quiere.